sábado, 23 de enero de 2010

Desayunos, mas de los que uno piensa

Hace siete años, estaba desayunando en la cafetería de mi oficina con amigos de Madrid, Málaga y Barcelona. Como estábamos en la zona de negocios de Brickell en Miami, pero todavía en la calle ocho, nos sirvieron pastelitos de guaba, queso, carne, etc...

Lo curioso es que pese a los buenos que estaban, ninguno estaba satisfecho. Uno quería churros, otro tostadas con aceite de no se que tipo de aceituna, y la catalana, quería su pan tomaca. Yo, honestamente, satisfecho me hubiera quedado con un pastel de arroz de los de la panadería de alado de mi casa en Bilbao, donde venden también pan de Lemona. O puestos a pedir, un cruasán fresco, o mejor aún, una napolitana recién sacada del horno, con el chocolate negro todavía derretido.

Me llamó la atención viviendo en este país tan grande, que en uno geográficamente mas pequeño, pero históricamente mas rico, tenga tales diferencias gastronómicas para un tema aparentemente una aparente minucia, desayunar. Y es que se nos hemos acostumbrado a este mundo de las comunicaciones instantáneas. Comiendo, en Miami Beach, fresas chilenas en invierno. Abriendo un paquete de DHL con un ordenador hecho en Taiwan hace dos días. Comprando cordero que baló en Nueva Zelanda.

Se nos ha olvidado, que antes, el único vino que se bebía, era, literalmente, el de la tierra. Y si en tu comarca no se producía vino, seguramente, no te lo podías permitir de otra región. Eso si, se comía la fruta y la verdura de temporada, y lo que no se cultivaba aquí, si no estaba salado, ahumado, o escabechado, no sabías que existía. Y el de Madrid, se comería sus churros hechos con harina de Castilla. El malagueño, tenía olivos de los que extraer su aceite que luego ponía en sus tostadas. Los de la villa condal, acceso fácil a los tomates durante parte del año. En Euskadi, había vacas que podían comer pasto casi todo el año, y teníamos mantequilla de sobra para hacer el bendito pastel de arroz que, no se engañe, no lleva arroz.

Yo es por eso, llámame romántico, trato en la medida de lo posible, comer productos en la temporada en la que vivo, y pescados locales. No estoy interesado saber en como utilizan nitrógeno para madurar tomates que traen verdes de Chile, ni los conservantes que ponen en las frutas y verduras aquí que no son de temporada. Eso sí, hago escepciones sin tapujos cuando se tratas de caldos riojas, o el mal respetado txakoli. Pero bueno, nadie es perfecto.

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