lunes, 28 de junio de 2010

Cuaderno de viaje - Bilbao Desafiante

Cuando el autobús se adentró en mi Vizcaya, las montañas nos recibieron omnipresentes, rodeadas de su perenne manto verde, salpicadas de caserios en lo alto de las colinas. Le enseñé a Andoni las montañas, me giré, y les dije a las mellizas que se alegraran, que estaban en Vizcaya por vez primera.

La estación de autobuses está a 10 minutos andando de mi casa, o dos paradas de metro. Después de situarnos, nos acercamos Mimi y yo a las torres Isozaki a cenar con la cuadrilla. Un gesto mas de la dinámica transformación de la villa. Lo que antes eran muelles de carga y astilleros, son ahora paseos paralelos a la ria, el Guggenheim y el palacio de congresos. Donde mi padre entregaba la carga a aduanas cuando descargaba el barco, es ahora un restaurante, Atea, o puerta en Euskera.

Estábamos todos, Igor y Vito, que no ha dejado Bilbao, Javi, que ha regresado al botxo tras dejar atrás Pamplona, Patricia, que ha conseguido que su novio gallego se mude a Bilbao, y David y Alex, que siguen viviendo en Madrid. Casi todos estaban con sus respectivas, éramos unos 14 en total, y solo se tardó una semana y 30 mensajes acordar donde ir a cenar, porque claro, cuando se trata de la cocina, nos lo tomamos todos muy a pecho...

Mientras cenaba, entretuve brevemente la noción de poner en el blog mi punto de vista sobre todo lo que comiera en Bilbao. Digo brevemente, porque luego me di cuenta de lo irrisorio del intento. Es como pretender discernir los tonos de verde en un bosque de árboles perennes. En Vizcaya, la comida es buena, cenes donde cenes. Los matices son tan minúsculos cuando uno no vive allí, que no merece la pena entretenerse con ellos. A mi todo me pareció riquísimo, pero no todos estaban completamente de acuerdo. Lo dicho, como no siempre tengo el lujo de comer y cenar allí, me he vuelto mas permisivo. A ver si nos mudamos a Bilbao y me curo.

Me sentía muy arropado al verme rodeado de mi cuadrilla de hace treinta años. Vivamos donde vivamos, nuestra amistad no ha cambiado, ha evolucionado y crecido para incorporar a nuestras parejas.

Patricia invitó a la cuadrilla a una copa en su casa. Le pregunté a su novio que es lo que notaba de diferente de vivir en Galicia a vivir en Bilbao. Tras una serie de reflexiones, comentó algo que me hizo gracia, y es que dice que la gente de aquí, es muy de Bilbao.

La ciudad a desafiado la reconversión industrial con el mismo éxito con el que sobrevivió sitios Carlistas, y si antaño resultó en nuevos platos de bacalao como el pil pil, hoy por hoy surgen nuevos restaurantes como el Atea, donde hace 15 años nadie daba dos pesetas por el futuro de los muelles. Y ahora mira las torres, frente al polémico puente de Calatrava, pues si que ha cambiado el cuento...

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