sábado, 26 de junio de 2010

Cuaderno de viaje - Sanabria Plácida

Fue un poco complicado el llegar todos a la estación de tren, con las mellizas, el retoño, y las maletas. Una vez en el tren, fue una delicia. El tren es para mi uno de esos raros placeres de los que le quedan al viajero. Las estaciones están en el centro de las ciudades y facturar es tan sencilla como pasar seguridad.

Uno viaja sin el ruido ensordecedor de las turbinas del avión, y a diferencia del autobús o el coche, puede usted ir caminando hasta el vagón con el bar, o disfrutar del paisaje mientras lee, charla o trabaja. Me hizo sentirme muy orgulloso ver todos los parques eólicos, en ese sentido, estamos a años luz por delante de los EEUU.

Sanabria nos recibió fríamente, se había deteriorado el tiempo. Fuimos a nuestro piso, y nos situamos un poco. Igual que me tocó trabajar el domingo, el lunes, y casi pierdo el tren el martes, el resto de la semana me la pasé trabajando en distintos proyectos y emergencias. Es complicado lo de tener dos puestos al mismo tiempo, pero hasta que no contraten a alguien para sustituirme en mi puesto anterior al ascenso, como dicen los argentinos, estoy en el horno...

Aún así, disfruté en mis tiempos libres de paseos con la familia, aunque no tuve ocasión ni de subir al lago. Subí a San Juan, y recuperé muchos de mis juguetes de cuando era pequeño, incluyendo el barco de los piratas de playmobil, y se los día a Andoni. Es curioso lo indestructible que es el plástico y el metal.

Mi senador nos invitó a una degustación de vino Liberalia, y sufrimos de la situación de muchas aerolineas en Agosto, overbooking. Mis padres habían quedado a comer con unos amigos, sin saber que la degustación nuestra era comida también. Al final, llegamos tarde a la degustación, pero no nos privamos de la buena compañía. Pasamos tiempo con Mi Senador, y mis primos Gema y Julio. A él hacía siglos que no le veía, y me alegró ponerme un poco al día. Nos dimos un paseo todos por San Juan, y de vuelta a El Puente.

Por la noche salimos unos cuantos, y nos tomamos unos cubatas en Puebla. Fue agradable conocer mejor al Coronel, y como no, tomarme algo con mi Senador.

Al final de la semana, fuimos en coche a Madrid. Interminable el viaje, porque cuando paramos a dar de comer a las mellizas, el proceso es de 45 minutos. Claramente, mejor alternativa el tren o el autobús. Tomo nota para cuando vayamos a Bilbao...

Una pena no haber disfrutado mas de Sanabria, pero el trabajo no me lo permitió...

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