sábado, 22 de mayo de 2010

La cualidad profundamente tranquilizante del mar

Hay un par de compañeros de empresa que se dedican a vender nuestros servicios a adidas y Colgate. Uno se llama Larry, y viajé con él la semana pasada a Canadá, donde ganamos un nuevo negocio basado en una solución que diseñé, y perdimos diez veces eso en otro negocio que teníamos desde hace 17 años, y en el que ni él ni yo habíamos trabajado nunca. Las cosas que tiene cuando trabajas para una empresa grande y tus clientes son grandes también...

El caso es que el tipo me cae bien, y él y su jefe Ralph estaban en Miami para unas clases esta semana. Les invité a ir a navegar el Jueves por la tarde. Invitamos también a un Brasileña que es la administrativa del presidente de la compañía, y que curiosamente, es de Dadra, como el jefe de mi amigo. Yvette (pronunciado Ivechi), es un encanto, y me he llevado siempre muy bien con ella, es una de mis aliadas en la cruzada del medio ambiente en la oficina.

Cuando la India invadió Dadra, los portugueses tuvieron dos opciones, o irse a Portugal, o quedarse y aceptar la ciudadanía India. En el caso de Ralph, su familia nunca había ido a Portugal, con lo cual, decidieron que mas vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer, y se quedaron. La familia de Yvette se mudó no a Portugal, si no a Brasil. De alguna manera, ella terminó en Miami.

Salimos a navegar con una tarde perfecta, ocho nudos de viento, la mar tranquila, y la temperatura cálida pero cómoda. El padre de Ralph, como el mio, fue capitán de barco mercante. Su familia no vivía en ninguno de los puertos en los que atracaba su navío, y veía a su padre cada nueve meses. En mi caso, desde que dejamos de vivir en el barco, siempre estuvimos en uno de los puertos donde atracaba el barco, primero Barcelona, luego Bilbao.

Cumplió su sueño de toda la vida y estuvo al timón durante un buen tiempo. Yo aproveché para poner unas puntas de solomillo y un lomo de bisón en la parrilla del barco. Después, puse unos lomos de merluza sobre papel albal, y acompañamos la cena de un Montes Alpha Cabernet, y un Txakolí para el pescado.

Por un lado, desde que nacieron las gemelas, no duermo bien, quitando cuando viajo. Por otro lado, ahora mismo tengo dos trabajos. El que hacía antes de que me ascendieran, y mi nuevo puesto, montando un nuevo departamento. Cuando uno añade al cocktail los viajes, la verdad es que ando bastante liado. Aún así, una vez soltamos amarras y apagamos el motor tras salir a la bahía, se me pasaron todos los males al verme rodeado de agua y mecido por las olas y el viento.

No es por quitarle trabajo a los psicólogos ni a los que se dediquen a la terapia, pero me parece que unas horas en el mar, nos pueden venir bien a mas de uno...

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