sábado, 15 de mayo de 2010

Viejas amistades... y no tan viejas...

Una reflexión de mi Senador me hizo, como no, sopesar el tema de las amistades mas antiguas. Y es que uno lo puede ver de distintas maneras.

Él, Miguel y yo jugamos en la cuna, y crecimos juntos, cuando los veranos que nos veíamos pesaban mas que el resto del año, viviendo a cientos de kilómetros. La amistad que tengo con ambos ha sido tan fluida como un río, con sus recovecos, rápidos, dársenas y presas. Es uno de mis mas preciados tesoros, inmaterial, pero siempre presente.

Mi cuadrilla de Bilbao, juntos desde prescolar, sentados en la misma aula año tras año, conquistando los mismos montes, en los campamentos sufriendo las mismas penalidades y disfrutando de las mismas aventuras. Y como no, miles de kinitos juntos, noches ebrias (la mayoría muy graciosas), almas rotas, distintas novias, el primer trabajo, y en mi caso, desde segundo de BUP, pasando parte del año en lugares lejanos, para luego volver a Bilbao y encontrar la cuadrilla tan cálida como cuando me fui. Incluso hoy, estimado lector, tengo el privilegio de estar en la lista de e-mails donde se planean las últimas actividades de montañismo o el próximo concurso de pintxos, y ser calurosamente recibido siempre que vuelvo al botxo.

Y allá en los ocho sitios donde he vivido, he tenido la fortuna de forjar amistades, porque se hacen, no se encuentran. Peco de no siempre haber tenido la energía para mantenerlas con tanto cambio geográfico, y a veces tienes que ser escrupuloso. Perdí el rastro a los amigos de Castro-Uridales, de Canarias, de León, y los del MBA, que veía mas que a Mimi. Y es que aquí ya tengo un círculo de amigos fantástico, y uno no tiene ni el tiempo, ni la energía para expandirlo.

Y me remito a mi regla de los tres niveles de amistades. Los buenos amigos, por los que uno hace lo que sea. Los conocidos, son los que uno ayuda si puede. Y los enemigos. Afortunadamente, el balance es pequeño en el número de buenos amigos, grande en el de los conocidos, y mi último enemigo declarado no lo he visto desde que me fui de Veguellina de Órbigo, en León, con 18 años.

Una amistad es como la primavera, cambia de manera perceptible año, y la dulce estación siempre anticipa el prometedor verano...

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