viernes, 5 de marzo de 2010

Putos Vascos

Lo de Laga. Era el verano del 94, y trabajaba yo de socorrista en esa playa vizcaína. Como era el único de Bilbao, y lo demás eran de Gernika o cercanías, a veces me quedaba a dormir en el cuarto de la rulot del puesto de socorro.

Eran las dos de la mañana, y estaba durmiendo con las olas rompiendo en la marea alta como fondo. De repente, me despiertan unos golpes en la puerta del puesto. Unos borrachos, pensé. Solo hay un caserío al otro lado de la ria, por lo demás, yo soy el único que duerme en varios kilómetros a la redonda.

Borrachos eran los que aporreaban las puertas, pero llevaban uniforme. Dos picoletos (Guardias Civiles), que se habían tomado la última ronda de aguardiente en el bar de la playa que habían cerrado hacía unos minutos. A gritos, pistola en mano, deslumbrándome con sus linternas, me hacen bajar del puesto, y me ponen contra la pared. Uno, que apestando a alcohol, me coloca el cañón de una pistola en mi sien izquierda, y la amartilla. Mientras tanto, el otro me cachea, pese a que estoy en bañador. Igual decepcionados de que no sea una gran amenaza, me preguntan que si hay armas o equipamiento para hacer bombas en el puesto de socorro. Me rio ante lo incongruente de la pregunta y la situación. Hostiazo en las costillas. Ya no me rio. Me esposan a las escaleras del puesto, entran y lo ponen todo patas arriba, la camilla, los botiquines de emergencia, mis cosas.

Cuando salen sin encontrar nada, cabreados, me quitan las esposas, y me piden el carnet de identidad. Aunque sospechaba lo que iba a pasar, no estaban para bromas, así voy a por la cartera, y doy el DNI al que no me había puesto la pistola en la cabeza. Me dobla dos esquinas el cabrón. La próxima vez que me pidan la documentación en un control antiterrorismo, verán que tengo las esquinas dobladas, lo que para ellos quiere decir que me han detenido dos veces sin poder acusarme de nada. Es decir, que seguramente soy un borroka. Con lo cual, me doblarán otra esquina, y me encerrarán en prisión preventiva para interrogarme. Mientras se alejan, uno de ellos dice con acento Andaluz; Putos Vascos...

Cuando se fueron, entré en el puesto a por una botella de alcohol de desinfectar y una revista. Puse la revista en la arena, la moje con el alcohol, tiré el carnet encima, y lo quemé, para luego no tener problemas. Tardé varios años en volver a sacarlo. Mi raciocinio era simple, si me detenían en el casco viejo porque igual había movida, sin carnet, era obligatorio que te llevaran a comisaría de policía, que está enfrente de mi casa. Muy conveniente, cuando uno está borracho, se ahorra el pateo a casa, y la madera no da tantas hostias como los picoletos. Otro día contaré un interesante encontronazo que tuvimos mi cuadrilla con ellos. Otro día.

6 comentarios:

El Perdíu dijo...

En fin, Mi General, una historia desafortunada. En cualquier caso, no creo que pueda generalizarse. Ese "picoleto", con acento andaluz, como dice usted despectivamente, estaba destinado en un lugar de máximo riesgo, donde han muerto varios centenares de compañeros. Y su comportamiento, en general, ha sido excepcional. No sé cómo hubiéramos reaccionado usted o yo si hubiéramos sido guardias civiles en la Vizcaya de mediados de los años noventa.

rebolloa dijo...

No pretendía, ni pretendo, generalizar, simplemente comparto mi experiencia. No olvidemos que quien además de estar ebrio en su trabajo, abusó de su autoridad, fue el que hizo un comentario despectivo, diciendo "Putos Vascos". Yo me he limitado a relatar los hechos, y señalar que uno, tenía acento Andaluz. El otro, no lo pude identificar.

Y por cierto, en los noventa, en el País Vasco al menos, a los Guardias Civiles les conocíamos como picoletos, la Policía Nacional como maderos, y la Ertzaintza como cipayos. Dependía el tono y el contexto lo que determinaba si el apelativo era positivo o negativo. En Madrid, no lo se.

Mis experiencias con la Ertzaintza fueron siempre positivas (las ventajas de no heredar historias negativas de la dictadura), y siempre les llamé Ertzaintzas, nunca cipayos. O igual era el miedo que me daban los beltzak...

El Perdíu dijo...

Lo digo por el tono, Mi General. No es un tono neutro. En fin, y su último párrafo enseña más de lo que cuenta. Sus experiencias con la Ertzaintza fueron siempre positivas, de lo que me alegro, no sólo porque sea una magnífica policía, y muy profesional, sino también porque, ¡ay! a principios de los noventa no formaba parte de los objetivos a asesinar por el mundo terrorista vasco. Y no tenían que esconder sus uniformes, ni su profesión ni nada por el estilo. No todo se debía a la herencia franquista.

rebolloa dijo...

Estimado General, la verdad es que si le hubiera pasado usted, me gustaría conocer como sería de neutro su tono. Lo de la Ertzaintza es cierto, al principio no fueron objetivo de ETA, y les ayudó mucho. Sin embargo, como consultor, usted sabe que las estadísticas nos dicen que para que un consumidor compre un producto tras una mala experiencia, tiene que tener siete a ocho experiencias positivas.
Yo calificaría tener una pistola cargada y amartillada en la sien como una mala experiencia. Y de momento, las buenas experiencias, sin contar pasar aduanas en el aeropuerto, han sido dos.

02argos dijo...

Pues yo tengo muy mala experiencia de la poliocía vasca, Se creen el FBI y son bastante malos, no detiene a un etarra, ni aunque lo tengan a 5 centimetros. Lo de potos vascos es toda una realidad, os creeis el ombligo del mundo y al fín y al cabo sois una puta mierda, que vivisteis siempre de lo que os dió Francisco Franco.

Anónimo dijo...

Pues a más de un español le ha ocurrido que alguno de tus compis se le ha acercado por la espalda y valientemente le ha pegado un tiro en la cabeza, o le ha puesto una bomba bajo el coche.

Es cierto, es una pena que no haya sido al revés y al compatriota le hubieran vacilado unos verdes y a tí no te hubiera pegado un tiro uno de tus colegas.